Criterios acerca de Primer grado (+Vídeo)

La teleserie Primer grado todavía genera criterios a favor y en contra. «Todo lo que hiere a la víctima, hiere también al victimario». No creo que haya un proverbio —tomado de la cultura oriental— que refleje, con mayor claridad y transparencia, el mensaje ético-humanista que le envió a la teleaudiencia la finalizada teleserie Primer grado, con guión y dirección del realizador «Rudy» Mora, y que —en un horario estelar— salió al aire los domingos por el Canal CubaVisión.

Dicha teleserie estuvo especialmente dirigida a los adolescentes y jóvenes de los dos sexos, así como a los demás integrantes de la «célula fundamental de la sociedad», e incluyó en su contenido drama, amor, suspenso y pinceladas humorísticas, que permearon los 11 capítulos, caracterizados —principalmente— por su factura estético-artística.

Con apoyo en el conocimiento de historias relacionadas con la ciber violencia, el experimentado realizador concibió la idea de ese proyecto audiovisual, motivado —principalmente— por los temas polémicos que se desprenden del uso inadecuado de Internet.

La teleserie, protagonizada por actores noveles, planteó problemas de interés para todas las generaciones, que —directa o indirectamente— se ven cada vez más involucradas en el contexto digital y sus secuelas, sobre todo psicológicas y emocionales.

La acción dramática de Primer grado la desarrollaron numerosos personajes, quienes —no obstante las adversas condiciones en que tuviera lugar la filmación como consecuencia de la pandemia que nos azotara— su principal artífice desterró el uso del «nasobuco» o «mascarilla» en pantalla; por otra parte, con la pericia y la habilidad que le son inherentes a su forma única e irrepetible de crear, focalizó la atención e interés de la teleaudiencia en la cosmogonía juvenil y sus prioridades, en el estado actual de la sociedad cubana; hecho que le facilitara —entre otras cosas— encontrar puntos de tangencia con los seriados internacionales, sobre todo los que transmiten los canales nacionales Multivisión y Educativo (Aventuras).

Ese audiovisual tiene una estructura dramatúrgica compleja: los primeros dos capítulos y el último responden a la trama general y los otros ocho, aunque —de cierta forma— están influidos por la historia central, giran alrededor de otros personajes y su relación con la «venganza» de «Daniela», lo cual se convierte en algo muy positivo, en un sentido humano por excelencia, ya que el objetivo esencial —sin ser didáctico, pedagógicamente hablando— es sugerir un arraigado sentido de responsabilidad.

El elenco artístico está integrado por jóvenes actores, en su mayoría graduados de la Escuela Nacional de Arte (ENA), y en quienes descansa el conflicto o eje central: reflejar el universo estudiantil en diferentes niveles educacionales.

Entre otras cuestiones no menos relevantes, habría que destacar que —en el primer capítulo— la actriz Diany Aurora Zerquera y el actor César Domínguez jerarquizaron el conflicto central en el contexto digital; hecho que determinó la realización de múltiples efectos de ese tipo, que le aportan atractivo y agilidad a la serie.

El reparto incluyó, además, a la primerísima actriz Verónica Lynn, Premio Nacional de Teatro y de Televisión, en una impecable caracterización psicológica que «Rudy» Mora concibió especialmente para ella, y que tiene su mayor esplendor en el séptimo capítulo, donde el novel actor Ariel Zamora —quien ya había mostrado sus cartas credenciales en el dramatizado Tan lejos y tan cerca— interactúa «cara a cara» con esa figura cimera de las artes escénicas insulares y de un poco más allá de nuestras fronteras geográficas.

En ese capítulo, Verónica demostró —una vez más— su excepcional condición de maestra (con mayúscula); al primerísimo actor Fernando Hechavarría y al carismático actor Leonardo Lozano, quienes —con indiscutible profesionalidad— les prestan piel y alma a un «vagabundo» y a un «alcohólico», respectivamente, así como como a la primerísima actriz Yailene Sierra, quien interpreta a la madre de «Daniela», el personaje protagónico, entre otros actores no menos importantes que participan en el desarrollo de la acción dramática.

Entre otras cosas, habría que destacar la actualidad y vigencia del tema, las buenas actuaciones, sobre todo las de las figuras insignia de los medios caribeños de comunicación y de los bisoños actores…, pero dicho audiovisual arrastra un problema común a las telenovelas y teleseries de producción nacional, señalado —en reiteradas ocasiones— no solo por este cronista, sino también por otros críticos (entre ellos, la Dra. Sahily Tabares): la dificultad afrontada por los televidentes para escuchar los diálogos, captar la esencia y apreciar la riqueza poético-literaria que debe identificar los textos, ya que los diálogos devienen el punto focal o eje central de cualquier género audiovisual. En ocasiones, no se escucha con nitidez lo que hablan los personajes, sobre todo los más jóvenes. Hasta ahora, los realizadores de esos espacios no han decidido eliminar esa molesta interrupción que dificulta —con creces— la mejor comprensión de las disímiles situaciones problemáticas reflejadas en la pequeña pantalla.   

El dramatizado Primer grado les envió a los telespectadores, sobre todo a los adolescentes y jóvenes, a quienes estuvo dedicado, un mensaje eminentemente ético-humanista, ya que sustenta el principio de que, aunque las cosas se compliquen o ensombrezcan, el mejoramiento humano es posible, al igual que «la utilidad de la virtud […]», habría que agregar para completar el aforismo martiano.

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Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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