Las cifras de casos positivos al virus SARS-CoV-2 se elevan en el país y con ello el índice de contagiados, críticos, graves y fallecidos. Así es la información que desde las primeras horas de la mañana escuchamos los cubanos.
¿Pero todos interiorizamos a la par esos datos pormenorizados que ofrece el Doctor Francisco Durán, casi a punto de quedarse sin voz de tanto exhortarnos a cumplir disciplinadamente las medidas higiénico-sanitarias exigidas ante la circulación de variantes genéticas del virus más trasmisibles y letales?
Pensamos que no lo suficiente, y vuelvo con el tema desde la región santiaguera donde me encuentro actualmente que bien pudiera ser cualquier parte del país, pues las explosiones o rebrotes están en todo el territorio nacional, excepto el municipio Especial Isla de la Juventud.

Y es que continuamos observando que en las principales arterias de la ciudad de Santiago de Cuba dígase por ejemplo, las avenidas Victoriano Garzón, Las Américas o las calles Aguilera o Enramadas, a determinadas horas fundamentalmente de la tarde los transeúntes disminuyen y los agentes del orden público cumplen sus funciones; en cambio, en los repartos continúan con muchos jóvenes y niños jugando en las calles con nasobucos mal puestos o sin ellos y del distanciamiento ni hablar.
Aunque se disparan las alarmas y siguen creciendo los números de santiagueros contagiados o aislados por ser contactos, a las consignas de Quédate en Casa se le adiciona ahora una estampa citadina dicha por alguien que, sentado en un bordillo de la populosa y hoy aquietada Aguilera aclamaba: No salgan, Caballeros
Esa frase dicha de manera jacarandosa no es más que la expresión consciente del pueblo de que algo no estamos haciendo bien, en algún punto estamos fallando.

Y como bien expresaba el profesor Calviño este martes, se trata de no inhibirse por inhibirse, sino de conocer lo que potencialmente es negativo dentro de este contexto de la COVID-19, porque el momento requiere de prudencia, mucha prudencia.
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