Absurda y tiránica, la política seguida por la administración Trump, lleva a sus funcionarios hacia actitudes reprobables. Mauricio Claver-Carone, dígase al efecto, se fue antes de tiempo de la toma de posesión de Alberto Fernández como nuevo presidente de Argentina. Dice haber estado incómodo con la presencia en Buenos Aires de Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación de Venezuela, y del ex presidente ecuatoriano Rafael Correa.
El enviado especial de Donald Trump decidió la poco amable y escasamente diplomática postura, no solo dejando de asistir a la ceremonia, sino incumpliendo compromisos de encuentro con comisionados oficiales del nuevo gabinete y dejando vacíos otros compromisos previos. Para rematar, calificó de “dictadores de segunda y tercera categoría» que amenazan y secuestran el hemisferio, a personalidades de la izquierda latinoamericana
Grosería aparte, las dimensiones de la falta son mayores si se considera que el alto representante imperial tenía por fuerza que saber a quiénes se encontraría en los festejos de antemano. Por eso lo hecho tiene tanta peste a provocación barata.
Pudiera ocurrir en medio de todo, que en Washington se percataran del mal e inoportuno acto y opiniones de Claver-Carone, pues a renglón seguido,el subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak, se hizo cargo de actuar a nombre de la Casa Blanca, asegurando en la entrevista con el nuevo mandatario argentino, que Estados Unidos apoyará la propuesta negociación sobre la deuda del país suramericano con el FMI.
¿Será, como formulan algunos informadores, la técnica del policía bueno y el malo o aquello de la zanahoria y el garrote? Pudiera ser otra expresión de las ambigüedades que están tipificado el actual mandato en EE.UU. y su manera de enviar mensajes no tan subliminales a quienes prefiere tener en malsano suspenso.
Pero no por el desaire estadounidense, la toma de posesión de Alberto Fernández y su vice, Cristina de Kichner, perdió su carácter de hermosa y sentida fiesta. Pese a que les dejan un país devastado, necesitado de mucho trabajo para remontar la actual situación social, existe la esperanza colectiva de un cambio en favor de quienes más lo necesitan.
Los primeros compromisos trazado por los peronistas que vuelven al poder, se dirigen, no por casualidad, a las esferas más deprimidas tras cuatro años de cruda extorción neoliberal.
Romper, como hizo Mauricio Macri, las estructuras de desarrollo y protección ciudadana, los tramos de independencia hacia el exterior creados por el kirchnerismo, trajo millones de nuevos pobres y la depauperación de la economía, agredida, además, por el gigantesco crédito que sobre endeuda otra vez a los argentinos.
Por fortuna, tanto Alberto como Cristina tienen experiencia en estas lides, pues él trabajo junto a Néstor Kichner en la restauración nacional tras la gran crisis anterior y ella se hizo cargo de continuar aquellas políticas de saneamiento por un lado y evolución de otro.
Sería deseable, pero nada seguro, que aparte de las complicaciones de recomponer lo roto, no sea preciso enfrentar ataques como los avanzados en la actitud irrespetuosa y agresiva de Claver- Carone. Imposible sean criterios o “advertencias” suyas solamente.
Fuera de esas nocivas eventualidades, el Continente atraviesa por momentos clave a los cuales no les faltan riesgos. Argentina puede obsequiar alivios a su gente y aliento a los demás. Solo con eso se habrá amortiguado la conjura derechista y sus gravísimas amenazas.
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