Enseñar puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo. Con apoyo en ese aforismo pedagógico del filósofo y maestro, don José de la Luz y Caballero (1800-1862), he decidido evocar el pensamiento pedagógico del Dr. Carlos Rafael Rodríguez (1913-1997), economista, abogado, profesor universitario, escritor y periodista; eminente intelectual cubano comprometido con los destinos de la nación desde un pensamiento que articula lo más revolucionario del siglo XIX cubano, la tradición nacional y universal, la doctrina martiana y la filosofía marxista.
En el contexto docente-educativo, el también político y revolucionario cienfueguero, fallecido hace un cuarto de siglo, destacó la función decisiva desempeñada por el desarrollo consecuente de una enseñanza universitaria genuinamente cubana, democrática, y en función de las necesidades socio-económicas de la isla caribeña, que conjugara —de manera armónica— lo más avanzado de la experiencia pedagógica internacional —con marcada proyección ético-humanista— con la rica tradición nacional, basada —en lo fundamental— en los valiosos aportes hechos a la educación cubana por el venerable padre Félix Varela Morales (1788-1853), don José de la Luz y Caballero (1800-1862), José Martí Pérez (1853-1895), y don Enrique José Varona y Pera (1849-1933), entre otros insignes pedagogos que han escrito —con letras indelebles— la historia de la pedagogía cubana.
El Dr. Carlos Rafael Rodríguez defendió —con razón y emoción— la estrecha correspondencia que debe existir entre el pensamiento del Apóstol, la visión de la cultura en el sentido clásico griego que, en armonía con el concepto de cultura sofista,no se circunscribe —en modo alguno— a la suma de nociones ni al proceso de su adquisición, sino a la formación integral que debe recibir el ser humano en su existencia concreta, como miembro de una comunidad, de un pueblo, lo cual contribuyó a la re-elaboración de la función desempeñada por la educación en el seno de la sociedad; de ahí, las sucesivas denuncias que formulara en relación con la formación universitaria que prevalecía en el país tropical, en el período socio-histórico prerrevolucionario.
Compartía con el Dr. Juan Marinello Vidaurreta (1898-1977), ex rector de la Universidad de La Habana, el criterio acerca de la responsabilidad contraída por el Estado en lo que respecta a la educación en todos y cada uno de los niveles de enseñanza (desde la primaria hasta la universitaria); educación que debe ser uniforme para cuantos accedan a ella, al tener por objetivo priorizado preparar al hombre para la vida (objetivo que coincide en todas y cada una de sus partes con la definición de educación elaborada por el Apóstol), formarlo como ciudadano integral e integrado, responsable de su presente y futuro, así como el del país, lo que involucra tanto acciones útiles como virtuosas, con apoyo en el aforismo martiano: «creo en el mejoramiento humano [y] en la utilidad de la virtud […]», así como en el principio filosófico-antropogénico de que «el hombre vale por lo que es, no por lo que tiene, sabe o sirve».
Conocía muy bien la historia de la educación universitaria, las crisis que atravesara y los giros desde la tradición cristiana grecorromana a la proposición de una universidad liberal, más científica, más técnica, más práctica, desde una formación general, sistémica, perpetuadora del poder establecido y del privilegio, a otra mucho más especializada, más revolucionaria, que despertara en los estudiantes la sed inagotable de saber-hacer, y además, arraigara el sentido patriótico en el juvenil espíritu de los estudiantes.
La posibilidad que tuvo el Dr. Carlos Rafael. Rodríguez de establecer las sólidas bases de la Reforma Universitaria, adoptada en 1962 por el Gobierno Revolucionario en el poder, le facilitó materializar su preclaro pensamiento pedagógico acerca de la misión fundamental que debía cumplir la capitalina Alma Mater, donde se formó como profesional del Derecho y de las Ciencias Políticas y Sociales desde sus años mozos; tema que deviene leitmotiv en su obra escrita en el campo de la ciencia de la educación.
Uno de los principales artífices de los profundos cambios acontecidos en la docencia superior cubana consideraba que la Universidad tenía que ser revolucionaria, vestirse con todos los colores (como reclamara el comandante Ernesto Guevara de la Serna, 1928-1967), lo cual implicaba luchar y combatir contra todo cuanto intentara distanciar o apartar a los jóvenes profesionales de la inquietud social, y además, abogaba por una formación que —sin herir su anchura universal en lo cultural, lo científico y lo pedagógico— los comprometiera con la edificación de la sociedad socialista; noble empeño en el que, desde hace más de seis décadas, está enfrascado el pueblo de Varela, Martí y Fidel.
La Reforma Universitaria cambió la estructura de las carreras que se estudian en ese centro de educación superior, se ampliaron las de perfiles técnicos; se le dio un giro de 180 grados a la enseñanza médica con el objetivo de «prevenir, en vez de curar, pero para prevenir, hay primero que educar»; se proscribió la enseñanza verbalista, dogmática, así como los libros de texto que no respondieran a la exigencia martiana de «una universidad nueva», entre otras históricas modificaciones que le imprimieron un nuevo rumbo a la docencia universitaria en todo el territorio nacional.
Para finalizar esta sucinta aproximación al pensamiento pedagógico del Dr. Carlos Rafael Rodríguez, me parece oportuno citar una de sus frases antológicas: «las universidades cubanas han de actuar de acuerdo con nuestras características nacionales, con nuestra idiosincrasia, sin hacer copias al calco de lo que acontece en otros centros foráneos de educación superior, así como estar inspiradas en el desenvolvimiento concreto de nuestro gran movimiento libertador», que comenzó el 10 de octubre de 1868, y alcanzó su mayor esplendor el primero de enero de 1959 con el triunfo de la Revolución.
Estoy seguro de que las firmes bases que sentara el Dr. Carlos Rafael Rodríguez en el contexto de la educación superior cubana, y que en el momento actual mantienen absoluta vigencia, son hoy una hermosa realidad, no solo en la Universidad de La Habana, donde estudió y se formó como intelectual revolucionario, sino también en la Universidad de Cienfuegos, que lleva su ilustre nombre, y en todos los centros de altos estudios de la mayor isla de las Antillas.
*Para obtener mayor información acerca del pensamiento pedagógico del Dr. Carlos Rafael Rodríguez se puede consultar con provecho el bien documentado ensayo «El pensamiento de Juan Marinello y de Carlos Rafael Rodríguez acerca de la formación universitaria del siglo XXI», de la Dra. Niurka Palmarola Gómez y la M.Sc. Felicia Ibáñez Matienzo. Localizable en: www.dialnet.unirioja.es
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