Cuando los cubanos aún lamentamos la muerte del Caballero del Son,
otra noticia entristeció a la Cultura Patria en el amanecer del tercer
día de este aciago septiembre. El deceso del destacado y popular actor
Enrique Molina a consecuencia de la COVID-19.
Cuarenta y ocho años de fecunda trayectoria en la televisión, el cine
y el teatro marcan la carrera del inolvidable Silvestre Cañizo, de la
telenovela Tierra Brava, personaje que lo instaló en la memoria, junto
a otros muchos en espacios como Bajo el mismo Sol y En silencio ha
tenido que ser.
En su extensa filmografía se inscriben cintas como: El cuerno de la
abundancia, El Benny, El Hombre de Maisinicú, Hello Hemingway,
Caravana y Un paraíso bajo las estrellas.
En las tablas, brilló como el Lenin del Carrillón del Kremlin, rol
para el que se sometió a varias cirugías que cambiaron su aspecto
físico en aras de hacer más creíble su desempeño.
Los innegables dotes histriónicos de Enrique Molina, lo ubican entre
los grandes de la escena cubana y le merecieron incontables
reconocimientos dentro y fuera del país, por eso su partida no admite
despedidas, porque la muerte no es cierta cuando se deja una huella al
paso por la vida.