Marcar el año 1965 aquí y ahora en voz de Malcom X es traer a la actualidad la consecuencia de los males generados por un racismo sistémico imperante en la nación estadounidense.
En referencia a ese año, el luchador antirracista afirmó estar seguro de “… que van a estallar muchos más motines y peores, en muchas más ciudades, a pesar de esa Ley de Derechos civiles tranquilizadora de las conciencias. La razón es que la causa de esos motines, el maligno tumor racista de los Estados Unidos, no ha recibido atención desde hace mucho tiempo.
Además, consideró un honor morir si hubiese podido aportar alguna luz, habiendo desenmascarado alguna verdad reveladora que contribuya a destruir el cáncer racista que corroe el cuerpo de los Estados Unidos.
Todas las declaraciones del líder antirracista conformaron un testimonio no sólo veraz, sino contemporáneo, tanto que hoy luego de observar los disturbios en varias urbes de la nación norteña no cabe dudas que perviven males y consecuencias a través del tiempo.
Quizás, las actuales circunstancias que se viven en el país norteamericano difieran de las de la década de los años sesenta del siglo pasado, pero esencialmente, la problemática del racismo mantiene los mismos ribetes en una sociedad ahora con más de 195 millones de blancos, y 47 millones son afrodescendientes y donde antes, en los 60 con 150 millones, lidiaban 22 millones de negros.
Muchos blancos… no están conscientes de hecho de su racismo hasta que encaran una situación en la que éste emerge de una y otra manera porque está enraizado en el subconsciente, además, el hombre blanco no es inherentemente malvado, pero la sociedad racista norteamericana influye sobre él para que actúe como un malvado.
Estas aseveraciones de Malcom X concuerdan con los acontecimientos de Kenosha, Wisconsin, sitio donde un policía blanco baleó por la espalda 7 veces a Jacob Blake, mientras intentaba entrar al vehículo, en tanto en medio de las manifestaciones un joven de 17 años dispara y quita la vida a dos personas.
El incidente se genera precisamente cuando los estadounidenses mantienen en mente, las convulsas jornadas de protestas desatadas por la brutalidad policial que ocasionó la muerte del afronorteamericano, George Floyd en mayo último.
Nueva York, Portland y Washington fueron recientes escenarios de manifestaciones de repudio a las actuaciones desmedidas de las autoridades policiales. Representaciones de personalidades de la política y el deporte se unieron a las voces de reclamo de justicia social e igualdad racial.
Lo que se vive en Estados Unidos es toda una encrucijada donde convergen el odio, la violencia y el racismo, matizadas por un contexto electoral donde cada uno de los contendientes de los Partidos Demócrata y Republicano, ya definidos en las Convenciones respectivas, tensan las cuerdas tomando como eje la pandemia y las manifestaciones antirracistas.
Por un lado, Trump sataniza las protestas, define como terrorismo doméstico las acciones y culpa a las autoridades demócratas en los estados de los acontecimientos, calificándolos como incitadores del desorden. En Kenosha, el presidente se reunió con representantes de la policía negando la existencia de racismo sistémico en Estados Unidos e insistió en que la situación innegable allí es provocada por sólo algunas manzanas podridas.
Mientras, los demócratas en voz de Joe Biden se comprometen a combatir la brutalidad, la injusticia y el racismo en todas sus manifestaciones dejando entrever algunas de las propuestas de su campaña para una reforma policial. El candidato presidencial, por otra parte, participó en una sesión de escucha de docenas de representantes de la comunidad de Kenosha y con familiares de Jacob Blake, el afronorteamericano baleado.
El evidente ejercicio de contrastes en las posturas electorales del republicano Donald Trump y el candidato demócrata Joe Biden, llegó a Wisconsin, estado en disputa, y trasciende pues, el tiempo se acorta en aras de acopiar el mayor número de posibles votos y en paralelo el movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) también agita el panorama estadounidense independientemente de que el magnate de la Casa Blanca pretenda ignorarlo.
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