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Se ultiman detalles del Festival Internacional Jazz Plaza, que tendrá lugar del 21 al 28 de enero, en La Habana y Santiago de Cuba, ocasión en la que convergerán el jazz con la música popular cubana y sonoridades de otros países de la región.
Esta trigesimonovena celebrará los cincuenta años de vida artística del maestro Joaquín Betancourt y rendirá tributo a la obra de Bola de Nieve, Miguelito Cuní y César Pupy Pedroso.
Ante la cercanía de la fiesta jazzística, vale repasar la historia de este género, registrado a partir del arribo de emigrantes al sur de los Estados Unidos.
Desde sus inicios el jazz devino una exótica, híbrida y excitante mezcla de elementos musicales: ritmos africanos, rimas inglesas, baladas irlandesas y escocesas y las influencias de ritmos caribeños legados por los esclavos.
A decir de los entendidos en la materia, el latin jazz es una combinación de dos tradiciones musicales: el jazz estadounidense y los timbres cubanos, en un enjundioso ajiaco sonoro donde afloran la habanera, el son, la rumba, la guaracha, el mambo y hasta el cha cha chá.
La llegada del músico cubano Chano Pozo a Nueva York, en 1947 y su unión al descollante músico estadounidense DIZZY GUILLESPIE, propició una fuerte alianza, especie de holocausto rítmico que revolucionó el panorama sonoro.
En 1973, Chucho Valdés y el grupo Irakere iniciaron una nueva era del jazz latino, cubano o afrocubano, con tambores batá y elementos de la música moderna: el pop y la electrónica, estilo que ha seguido enriqueciéndose en el tiempo con los aportes de nuevos talentos.
Son estas algunas pinceladas del auge alcanzado por el jazz que sirvió de génesis al Festival Jazz Plaza, celebrado por primera vez en 1980, alcanzando trascendencia internacional tres años después, acogiendo desde entonces a connotados jazzistas de diferentes latitudes, particularmente estadounidenses.
