Su nombre viene a la memoria en su obra, a la vista y alcance de todos a lo largo y ancho del país. Está y estará en la Habana en los venados el Zoológico de la Avenida 26, en la Virgen del Camino, en las Musas del Cine Payret y en las bailarinas Tropicana; en la Aldea Taína del Centro Turístico Guamá; en la Fuente de las Antillas, en Las Tunas; en La leyenda de Canimao, en Matanzas y en la Clepsidra, del Hotel Habana Libre.
Les hablo de Rita Longa…la artista cubana nacida un 14 de junio de 1912. En la década de los treinta de la pasada centuria comenzó su imparable carrera entre lienzos y pinceles, pero pronto reconoció que estaba predestinada a la escultura. No gustaba ceñirse a los rigores
académicos sino dar rienda suelta a la vocación y vincular las formas al lugar para el cual estaban pensadas.

Sus esculturas eran mezcla de abstracción y realidad, feliz comunión de líneas y volúmenes. Disfrutaba desde la transformación de la materia hasta la consumación final del montaje.
Entre sus manos el mármol, la madera, el bronce, adoptaban las más diversas formas. Nada se resistía a su febril creatividad, a su fértil imaginación, con la que impuso un sello distintivo a cada lugar donde sus obras hallaron residencia definitiva.
Expuso en países como Estados Unidos, México, República Dominicana y en la entonces Unión Soviética. Fue la segunda creadora en recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1995 y ganadora de múltiples reconocimientos dentro y fuera de Cuba.
Rita Longa regaló su impronta durante más de sesenta años. Toca ahora perpetuarla en la memoria, en agradecimiento infinito por su perdurable legado, pues en ella la muerte no logró silencios ni olvidos.