En la ciudad Héroe siempre hay mucha historia que contar. Cada rincón, su gente, muestran orgullosamente referentes de un protagonismo sin igual en la Revolución.
Por eso, los que nacimos allí, respiramos ese fervor de sentir vivos a nuestros mártires, los evocamos año tras año como si el tiempo no transcurriera y recordarlos así, en el ajetreo juvenil y comprometido con una causa que animó a los citadinos a guardarlos en sus casas, cuando el peligro asechaba, nos hace No olvidar.
Peregrinamos por las vetustas calles de la ciudad y les rendimos tributo; recorremos con solemnidad los fragmentos de una historia, escrita con la sangre de una juventud rebelde y martiana.
Invariablemente, la bandera cubana y la roja y negra del Movimiento 26 de Julio son desplegadas como estandartes de lucha incitándonos a una marcha acompasada donde reto y libertad se aúnan en quienes desde niños ya comenzamos a vibrar con las emociones del momento. Es nuestro patrimonio.
Quizás, este 30 de junio, por las circunstancias de una pandemia no podamos reencontrarnos masivamente en las confluencias del Paseo de Martí y la Avenida Flor Crombet para ofrendar nuestro tradicional tributo a Josué País, Floro Vistel y Salvador Pascual inmolados por la Patria ante la brutalidad batistiana.
Pero allí no faltarán las tradicionales ofrendas a nombre del pueblo, ni la rememoración de la efemérides, tampoco las nuevas generaciones dejarán de expresar su lealtad en la continuidad de la obra por la que los 3 jóvenes dieron sus vidas.
Con certeza no habrá ausencia para muchos que como yo, hoy en la distancia, sentimos que late bajo nuestros pies una ciudad con su historia.
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