20 de octubre de 1868, hace 152 años, las apasionadas notas de la Bayamesa acompañaron a las tropas mambisas que, al mando de Carlos Manuel de Céspedes, tomaron la ciudad de Bayamo, escribiendo así una de las páginas más gloriosas de la Historia Patria. Efeméride que desde entonces, quedó signada en el calendario como Día de la Cultura Cubana.
Al abogado bayamés Perucho Figueredo, se debe el himno de guerra. Su melodía surgió en la madrugada del 14 de agosto de 1867, meses después se escuchó por primera vez en la Iglesia Mayor de Bayamo, pero no fue hasta pasado unos catorce meses, que jinete en su caballo Perucho escribió la letra que, copiada de mano en mano, se cantó por la tropa
insurrecta al fragor del combate.
Desde aquel 20 de octubre el Himno Nacional devino símbolo de todo lo que identifica al pueblo cubano, de su cultura genuinamente revolucionaria, antiesclavista, antimperialista y siempre a favor del progreso social.
Cada época se caracteriza por una tendencia artística en las diferentes disciplinas, tendencia que llega a contextualizarse hasta hallar vasos comunicantes con el receptor y erigirse en instrumento ideológico.
Ejemplos abundan: El 20 de octubre de1868, al entonarse la pieza musical de Perucho Figueredo, se asumió como Himno de la insurrección hasta reconocerse como Himno Nacional de la Isla.
Los cabildos, festejos carnavalescos que convocaban a los esclavos al disfrute, también sirvieron de escenario para manifestar su rebeldía contra los amos. Igual sucede en la literatura y en la plástica y en toda manifestación en la que están implicados pensamiento y creatividad, en un acuerdo tácito entre artista y público, que convierte la obra en tradición.
En ese sentido, en la década de 1930 la pintura en Cuba adquirió conciencia de clase, de eso dan fe: los guajiros de Abela, Los carboneros de Carlos Enríquez y los tuberculosos de Ponce, señales inequívocas de que las imágenes motivadoras eran entonces los oprimidos, interés retomado a partir de los años sesenta, a través de los campesinos y obreros salidos de la paleta de Adigio Benítez y Servando Cabrera, por sólo citar a dos de los más sobresalientes exponentes de esa etapa.
En resumen, el arte provoca y cataliza emociones y sentimientos, mejora a las personas, las educa y les ayuda a interpretar la realidad. Es un arma de combate, denuncia y enfrentamiento, que permite reflejar la Historia, las ideas y los modos de vida.
A través de sus símbolos y modos expresivos, el arte es manifestación cultural de la identidad de pueblos y naciones, por tanto, vale apropiarse del postulado martiano que convoca a «QUE EL ARTE SEA CULTO PARA QUE LO SEA LA VIRTUD».