Foto: Museo Nacional de la Danza
«Un sencillo, pero [emotivo homenaje se le tributó] a la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019), en medio de los festejos patrios por fechas independentistas]», según declaró a la prensa istmeña la señora Gloria Barrios, directora del Ballet Nacional de Panamá.
El ambiente gitano y la historia de hechizos y brujerías en torno al amor de Candela (Manuela Navarro) y Carmelo (Joseph Peñaloza) fue el momento ideal para evocar la memoria de la directora fundadora del Ballet Nacional de Cuba (BNC), antes de bajar el telón y apagar las luces del capitalino teatro Balboa.
Después de vencer al espíritu del amante, ultimado en una reyerta, y triunfar
finalmente, El amor brujo, con
coreografía del artista Alberto González y música del maestro Manuel de Falla,
imágenes de la eterna Giselle cubana se proyectaron en una enorme pantalla del
escenario, acompañada de los aplausos del público y de la reverencia de los bailarines.
«Es lo menos que podíamos hacer por esta leyenda de la danza en Latinoamérica y
el mundo», expresó la señora Barrios, quien tuvo el honor de conocer
personalmente a la eximia ballerina,
al igual que González, quien guarda como un tesoro el día en que estrechó sus
manos.
En esta gala de noviembre, conocido en esa hermana nación centroamericana como
el mes de la Patria, no faltó el folclor panameño, el cual llegó a través de la
pieza Reto, del maestro Andrés Nieto,
cuya coreografía trajo al escenario el atravesao,
un baile folclórico nacional que junto a la música típica y la pollera, traje
tradicional, ensalzaron la identidad del Istmo.
Antes resonó en el teatro, el «pequeño grito de poesía» y homenaje del
coreógrafo panameño Diguar Sapi Guillén, no solo a bailarina insular, sino
también a la heroína local Rufina Alfaro y a todas las mujeres del orbe, que «día
a día luchan por reivindicar su historia».
«Gracias a [Alicia Alonso] hay una gran apertura hoy para los latinoamericanos
y como indígena guna me siento
orgulloso de que ella haya aportado mucho al crecimiento y desarrollo de la
danza en Panamá», acotó Sapi Guillén.
Y, posteriormente, destacó: «la danza me ha permitido tener muchos amores,
conocer muchos hombres y mujeres, ser lo que soy, pero también conocer, a
través de su historia y biografía, a una gran mujer: la maestra Alicia Alonso,
a quien desgraciadamente no tuve el privilegio de conocer personalmente»,
concluyó el artista panameño.