Hace más de seis meses que no veo a mi hijo. En ese tiempo, hemos hablado por teléfono, al vivir él en la provincia de Mayabeque y yo en La Habana.
Ya no es el pequeño aquel que necesitaba de mí permanentemente, porque es un hombre «hecho y derecho», como suele decirse cuando los hijos han espigado y tomado su camino propio, pero no es menos cierto que, aunque los hijos crezcan, no disminuyen nuestros deseos de estar pendientes de ellos.
Por la actual pandemia, llevamos toda esta etapa sin darnos un abrazo, o sin compartir una larga conversación, en la que la cercanía física hace más cálidos los consejos y se percibe mejor su estado de ánimo.
Aunque no siempre estuvo cerrada del todo la posibilidad de vernos en estos meses, ambos decidimos no arriesgarnos y cumplir al pie de la letra las medidas establecidas para evitar cualquier tipo de contagio con la COVID-19, sabiendo que en su núcleo familiar hay personas de alto riesgo por ser mayores de edad. Sin más remedio y sin molestias, esperamos a que la situación finalice.
Sin embargo, otras posturas inconscientes molestan más que las ocasionadas por la propia enfermedad, y mucho inciden en el actual cierre de fronteras entre La Habana y Mayabeque, igual que sucede entre La Habana y el resto del país o entre otras provincias.
La disciplina individual y la colectiva nos permitirán más rápidamente volver a una situación que no amanece la vida. Donde hay violaciones crecen los contagios. ¿Cómo, entonces, es posible que existan compatriotas que hagan caso omiso a los constantes llamados al orden, al necesario distanciamiento físico, al uso correcto del nasobuco, a redoblar la higiene, y a respetar a quienes, desde cualquiera de sus funciones, nos tengan que requerir cuando no estemos actuando correctamente?
En estos momentos es cuando más necesitamos estar unidos, ayudarnos entre todos, cuidarnos y cuidar de los demás. Reflexionemos y mirémonos mejor por dentro, con calma e inteligencia, y pensemos mejor en cómo poner fin a la actual pandemia. Aboguemos por la salud. Salgamos adelante como siempre hemos hecho, ayudándonos unos a otros, compartiendo las tristezas y las alegrías, los mejores y malos momentos. Hagámoslo, por los tantos abrazos que queremos dar y aún siguen detenidos, sometidos a la larga espera.
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