Mañana, 19 de febrero, se cumplirán sesenta y dos años de que uno de los más carismáticos y multifacéticos cantautores de la Antilla Mayor dijera adiós a la música, a su público, a su familia y a sus muchos amigos.
Les hablo de Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, el inolvidable Benny Moré, “el Bárbaro del Ritmo”, un hombre de fluida voz de tenor, que transitó con éxito todos los géneros del pentagrama, destacando particularmente en el son montuno, el mambo y el bolero.
Cienfueguero de nacimiento y cubano por derecho propio, era el mayor de una numerosa prole de procedencia humilde y campesina. De niño aprendió a tocar la guitarra y, según el testimonio de su madre, con sólo seis años fabricó su primer instrumento con una tabla y un carrete de hilo, como si presintiera cuál sería su destino.
En 1935, con 16 años, formó parte de su primer conjunto musical. En 1940, en un breve paso por La Habana, dio paso a su vocación musical en bares y cafés hasta ganar un concurso en la Radio, certamen que le valió un sitio en el Conjunto «Cauto», con el que debutó en la entonces emisora Mil Diez.
Una repentina indisposición de Miguel Matamoros, le abrió camino en el famoso trío Matamoros al que estaría ligado durante años. También compartió quehaceres con otros grandes del universo sonoro como Miguel Aceves Mejías, Mariano Mercerón, Bebo Valdés y Dámaso Pérez Prado.
México, Venezuela, Panamá, Colombia, Brasil, Puerto Rico, Jamaica, Haití y Estados Unidos, conocieron su impronta y lo catapultaron a la fama. Formó una Banda Gigante compuesta por más de 40 músicos, agrupación que selló su reconocimiento popular.
El 17 de febrero de 1963 en la que sería su última actuación, Benny Moré sufrió una crisis de la cirrosis hepática que padecía… dos días después moría y con él una era musical. Pero… su legado lo mantiene vivo en la memoria, en la historiografía musical, en novelas, canciones, placas, obras de artes plásticas y películas, inspiradas en el carisma y talento sin par de El Bárbaro del Ritmo
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