El 28 de enero de 1853 vio la luz el primogénito de la familia Martí Pérez, bautizado con el nombre de José Julián, quien sería el único varón de la familia que más tarde se vería rodeado de siete queridas y adoradas hermanas, de las cuales solo cinco alcanzaron la adultez, pues dos de ellas, María del Pilar Eduarda y Dolores Eustaquia, lolita, murieron muy tempranamente, por eso no se tiene testimonio gráfico de estas dos.
María del Pilar nació el 13 de noviembre de 1859 y falleció el 12 de noviembre de 1865, la víspera de cumplir los seis años de edad, por lo que sus funerales se realizaron el día de su cumpleaños.
Sobre este hecho habla la poetiza e investigadora martiana Fina García Marruz: “Y esta Pilar murió muy pequeña, dicen que a causa de haberle hecho el maestro estar de penitencia mucha horas de pie en el patio, y que el día se puso de agua, y el profesor se olvidó de la niña, lo cual le provocó una pulmonía que se la llevó para siempre.
“Y quizás fue en recuerdo de ella que llamó Pilar a la niña de Los zapaticos de rosa, y la vistió como nunca pudo verla vestida, con un sombrero primoroso, un vestido de organdí con lazo grande a la espalda y unos botines finos”.
En cuanto a lolita, su nacimiento ocurrió el 2 de noviembre de 1865 y su deceso en noviembre de 1873.
La Chata romántica
Leonor Petrona, a la que todos dieron el sobrenombre de la Chata, para diferenciarla de su madre fue la mayor, razón por la cual siempre fue vista por las demás con el respeto que le concedía la prioridad de su nacimiento el 29 de julio de 1854.
El más universal de los cubanos la llamó su Chata romántica, calificativo que posiblemente estaba relacionado con el hecho de haberse enamorado ella en muy temprana edad, cuando solo tenía 15 años.
Por lo que se conoce la Chata fue una gran aficionada a la lectura, por eso cuando Martí envió a su casa el primer ejemplar del Ismaelillo, todas mostraron gran interés, pero ella se apoderó del libro y fue preciso solicitar otro para la parentela.
Entre sus rasgos personales sobresalían su carácter sociable y una espontánea disposición para ayudar y aliviar el dolor ajeno.
Sin embargo, a juzgar por ciertos comentarios del Apóstol, entre la Chata y Carmen, su novia, debe de haberse producido alguna desavenencia.
Sin embargo, una vez casada, siempre que Carmen estuvo en La Habana, se alojó en la casa de La Chata, donde en todo momento estuvieron prestos a recibirla.
Ella murió de un ataque de uremia, el 9 de julio de 1900, a los 40 años de edad. De las hermanas del Héroe Nacional fue la tercera en abandonar este mundo.
Las inquietudes de una joven enamorada
Aunque familiarmente se le conocía como Ana, en su partida bautismal aparecía con el nombre de María Salustiana y en el certificado de defunción como Mariana Matilde.
Esta desdichada criatura nació el 8 de junio de 1856, pero apenas llegó a asomarse a la plenitud de la vida. Su prematura muerte a los 18 años cercenó una existencia que aunque pudo conocer el amor, sufrió, las inquietudes de una mujer enamorada, angustiada por quien fuera su prometido, Manuel Ocaranza, quien estaba en París especializándose como pintor.
Su fallecimiento algunos lo atribuyen a la tuberculosis, pero oficialmente se debió a una afección orgánica del corazón. Con frecuencia se çita como fecha de su muerte el 5 de enero de 1875, sin embargo, su madre sostenía que había sido el 6 de enero.
Aunque Martí amó a todas sus hermanas por igual no es menos cierto que Ana poseía una serie de características que coincidían con la personalidad de él, por lo que resulta mejor hablar de una afinidad que de una predilección.
Encontrándose él en Madrid en 1873, le dirigió a Ana una misiva rimada en la que en una de sus partes decía: Corta es mi carta, más si bien la peso/ Me une a tu imagen tan estrecho lazo/ Que es cada frase para ti, un abrazo/ Y cada letra que te escribo un beso/.
La prematura muerte de Ana afectó profundamente al mártir de Dos Ríos. No resulta casual que la Ana de su novela autobiográfica Amistad Funesta, sea una copia de ella. En un poema describe claramente su dolor: “Es hora de pensar. Pensar espanta/ Cuando se tiene el alma en la garganta/.
En otra parte escribe: Ella nació con flores en la frente/ Ella brotaba luz de su cabeza/ Y en sus brazos dormía dulcemente/ La virgen sin color de la pureza/.
El Maestro estuvo eternamente agradecido a Manuel Mercado porque gracias a él, su hermana tuvo una tumba digna en el panteón familiar del gran amigo, cuando la familia vivía en México.
La Valenciana
El hecho de haber nacido en Valencia, España, le valió a la cuarta hermana del apóstol el sobrenombre de La Valenciana, nacida el 2 de diciembre de 1857. Se caracterizaba por tener convicciones propias o tal vez por una rebeldía parecida a la de su hermano, de ahí que este la considerara su Carmen Digna.
En una tierna misiva ella le expresa: “Yo nunca pensé que tú creyeras que yo estuviera enojada contigo, yo no puedo estar disgustada con un hermano que tanto quiero aunque no haya tenido motivos de demostrártelo, por el corto tiempo que has estado al lado de nosotros”.
La Valenciana falleció en La Habana el 14 de junio de 1900, debido a una estrechez e insuficiencia mitral (trastorno de la válvula mitral del corazón).
Ángel estremecido
Amelia vino al mundo el 10 de enero de 1862, fue desde pequeña moderada en sus aspiraciones y deseos, y un ser privilegiado porque recibió dos de las más hermosas cartas que Martí enviara a sus hermanas.
Doña Leonor siempre se refería a su carácter reflexivo y meditador, y a que era muy cuidadosa en el análisis de sus pretendientes que al igual que en el caso de Antonia, no fueron pocos.
Quizás este detalle haya dado pie para que José Julián escribiera a ellas en verso, su Carta de Madrugada:
Me han dicho que hay dos ángeles estremecidos/ que habitan de pasada un pobre nido/ Me han dicho que a la puerta del caserío/ Asoman los lobeznos de los caminos/Me han dicho que los ángeles, desfallecidos/Tristes de no ver el cielo, lloran impíos/ No se corten las alas los angelillos/ Que cuando el cielo luzca no podrían ya volar del pobre nido/.
El 10 de febrero de 1833 a los 21 años de edad Amelia contrajo nupcias con José Matilde García y Hernández.
A su cuñado le decía: “Cuídeme bien a Amelia, que es flor fina, y da más aroma mientras el aire es más suave. Sé con gusto que no ha podido tocarle en suerte mejor jardinero (…) Son como lirios, para mi alma, mis hermanas, que tienen las raíces donde la tiene mi vida y son como mi sangre los que se han ligado a ellas y han hecho nido en sus entrañas”.
En una de las misivas enviadas desde Nueva York le dice: “Toda la felicidad de la vida, Amelia, está en no confundir el ansia de amor que se siente a tus años con ese amor soberano, hondo y dominador que no florece en el alma sino después de largo examen, detenidísimo conocimiento, y fiel y prolongada compañía de la criatura en quien el amor ha de ponerse.
“(…) Cuéntame Amelia mía, cuanto pase en tu alma. Y dime de todos los lobos que pasen a tu puerta; y de todos los vientos que anden en busca de perfume. Y ayúdate de mí para ser venturosa, que yo no puedo ser feliz, pero sé la manera de hacer felices a los otros”.
Mi sagaz Antonia
El 6 de octubre de 1864 nació la sexta hermana del Apóstol, a la que pusieron por nombre Antonia Bruna. Al fallecer Lolita, la última hija del matrimonio, Antonia pasó a ser la más pequeña, lo que dio lugar a que creciera mimada y consentida.
Además de inteligente y astuta el Maestro la llamó mi sagaz Antonia. Ella se convirtió en una joven bonita, alegre y sociable. También se caracterizaba por ser muy organizada.
Cuando el Apóstol fue detenido en La Habana en 1879, le pidió a su esposa Carmen que Antonia le hiciera nota de sus libros. Tomando en consideración que la joven tenía entonces 14 años, esta encomienda de Martí, que tanto valoraba sus libros, demuestra la confianza que ella le merecía.
Otro rasgo de su carácter fue su gran sensibilidad. Antonia, de igual manera que las otras fue depositaria del amor de José Julián. Ello lo confirma la propia joven cuando se cartea con Martí y le escribe: “Espero que me contestes aunque sea dos letras para saber si es verdad que me quieres como me dices”.
Antonia se encontraba en La Habana cuando murió el 9 de febrero de 1900; fue la primera que dejó de existir aquel fatídico año en que también fallecieron la Chata y Carmen.
Después de la muerte de Antonia, Amelia cuidó de la madre hasta que esta falleció el 19 de junio de 1907. Con la desaparición de Amelia en 1944 se extinguía el último miembro de la familia de Martí y Pérez, una familia numerosa, en la cual su único vástago volcó sus sentimientos más profundos, sobre todo para esas almas en flor, nacidas del mismo vientre fecundo.
Fuente empleada: Valdés Galarraga, Ramiro: José Martí, sus padres y las siete hermanas, Editorial José Martí, La Habana, 2010.
Texto: Yelandi Milanes. Periodico La Demajagua
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