Rafael Correa no es el primero en equivocarse al evaluar a un individuo. Antes le pasó a José Alberto Mujica, el ducho ex presidente uruguayo, cuando recomendó a Luis Leonardo Almagro para titular de la OEA. En ambos casos se repite una historia vivida por muchos durante siglos (recordar a Judas Iscarriote), pero la presente situación en Ecuador, prefija, la tendencia a ocultar intenciones o esencias para mostrar uñas más tarde.
Lenin Moreno esperó agazapado dentro de las filas de la Revolución Ciudadana para destruir esa tendencia avanzada clavándole mil cuchillos en cuanto obtuvo el poder, como si él mismo fuera ajeno a lo hecho con anterioridad. Se valió del potencial carismático de Correa para ascender y después tiró por la borda tanto a quien fuera su promotor como a las ideas y hechos atesorados en sus mandatos.
Las protestas ciudadanas actuales las tilda de pagadas y espurias. De ladrones y oportunistas a quienes se oponen a un paquetazo típicamente neoliberal que dinamita cuanto quedaba de la experiencia positiva anterior, más apegada a las necesidades ciudadanas y regionales.
Hasta de los indígenas que llegaron a la capital para expresarle su descontento hizo valoraciones despectivas y bastantealejadas de la realidad. Pese a ello, examinando sus pronunciamientos y proyectos, se llega al real meollo político en su haber.
Alega que quienes se sirven de las subvenciones a los carburantes son estafadores, y, en general, tanto él como los medios masivos reducen su plan al tema de la gasolina y el diesel, dejando fuera el resto de las medidas antipopulares o restándoles importancia.
Pocos hacen referencia a los 40 mil empleados públicos que dejó en la calle y otro tanto a los cuales les rebajó el salario en un 20%. Tampoco se alude mucho a que recorta a la mitad las vacaciones de los trabajadores, entre exigencias que solo afectan a los ciudadanos de bajos y medianos ingresos, pero no a los acaudalados.
Según su fórmula, es la clásica del FMI, establece la rebaja de impuestos a los mayores capitales. ¿Esos no roban ni afectan al estado? El dato es revelador, como de la misma manera resulta acudir en busca de enormes préstamos al organismo de créditos internacional, sabedor de antemano de sus depredadores métodos. Notable que nada de lo hecho o propuesto tiene que ver con lo ofrecido durante su campaña. Casi seguro no hubiera obtenido éxito en urnas de anunciar lo que ahora instaura.
Siendo realistas, no es posible afirmar que Moreno asumió un país absolutamente saneado. Imposible luego de tantos descalabros y saqueo oligárquicos y esos si están comprobados. Pero no parecen muy limpias ni verdaderas las alegaciones calumniosas contra el anterior mandatario y su equipo, a quienes persigue con ensañamiento pedestre. Esa impiedad, también descubre que bajo el manto de honradez pueden existir dañinas alimañas.
La multa que decretó para los trabajadores de la esfera administrativa, educación, salud, correos y tantos otros, establece más trabajo y menos paga. Otro agravio viene de la facilidad para el despido otorgada a la patronal y en sentido amplio, la disminución del espectro de obligaciones del estado para con la sociedad.
Parece proponerse -no es extraño según el decálogo del FMI- que sean los trabajadores quien carguen con los costes del endeudamiento- muy similar a la Argentina de Macri, como para pasarlo por alto. Se repite el quitarle a los más en beneficio de los menos.
Ecuador tiene, como sea, una complicada historia de movilizaciones populares capacesde derrocar presidentes. Así ocurrió con Abdalá Bucaram o Jamil Mahuad, quizás con Lucio Gutiérrez, durante una etapa de profunda inestabilidadvividapor ese país radicado en la mitad del mundo. El período progresista, sin embargo, marcó pautas de sosiego, civilidad y evolución en lo material, con respecto a una marcada mejoría en la existencia social.
Nadie sabe hasta dónde llegará el actual proceso de insubordinación, pero, como resulte, no vaticina tiempos cómodos.
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