El mecanismo de defensa interamericano jamás fue aplicado, pero pudiera actuar por primera vez en su historia, y sería contra Venezuela.Este miércoles se presentará ante el consejo permanente de la OEA una moción defendida por Colombia y Brasil, con el tácito apoyo de Estados Unidos, desde luego.
Ese trío le da curso a un proyecto que permitirá una intervención armada contra el país bolivariano, bajo el manto de la más dudosa legalidad. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, se creó en 1947 por un grupo de gobiernos pese a no ser aceptado por el conjunto de naciones latinoamericanas, varias de las cuales renunciaron a su permanencia hace tiempo.
En su parte más conflictivaese paco contempla expresamente,“el empleo de la fuerza armada” para responder a una agresión.Evocar esa prerrogativa estaría fuera de lugar porque ninguno de los convocantes ni nadie,ha sido agredido por Caracas.
Ese contra sentido y las filtraciones sobre una artimaña para acusar al gobierno de Nicolás Maduro de un ataque o algo que se lo parezca, -pueden ser las infundadas acusaciones de ayuda a las guerrillas colombianas-, resulta tan inquietante que Elliott Abrams, representante especial para Venezuela en el Departamento de Estado norteamericano, declaró que invadir no es el objetivo, pero sí coordinar acciones de la región contra un país muy castigado y bajo bloqueo de Estados Unidos.
El punto capital de ese acuerdo de defensa mutua ante ataques armados, repite, el principio enunciado en el artículo 5 de la OTAN, donde se considera una agresión a todos si uno solo es atacado. Pese a ello, el mecanismo se convocó durante la Guerra de Las Malvinas, momento durante el cual, Washington se colocó del lado británico y no en favor del país austral, como hubiera correspondido, de respetar un tratado que ahora esgrime para agredir.
La intentona de pergeñar patrañas justificativas, corre a cargo de Iván Duque o de Álvaro Uribe, su titiritero. La solicitud de esa acción, procede del autoproclamado –ya se sabe quién- en procura, además, formular este plan intervencionista en el marco de la ya cercana sesión de la Asamblea General de la ONU, donde buscaría nuevas adhesiones.
Hablando en plata, el asunto se las trae, no solo debido a la impureza con que seforja, sino porque contradice la renuencia expresada con anterioridad por la mayoría del continente, opuestos a una aventura armada, capaz de afectar a participantes y a observadores en indeseable medida.
Si la OEA le da su visto bueno, -eso no se duda- habrá comenzado una, otra peripecia, de fatales perspectivas.
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