Dialogar con el multilaureado cineasta Jonal Cosculluela deviene un verdadero placer para cualquier profesional de la prensa que ejerza el periodismo cultural, ya que es un buen comunicador, y lo que —al menos para mí— valoro como muy importante: no ha asfixiado el yo niño que lo identifica en el medio artístico y fuera de él.
Jonal es el director del multipremiado filme Esteban, con guión del escritor Amílcar Salatti; largometraje que ha recibido disímiles reconocimientos, tanto en nuestro medio, como fuera de las fronteras geográficas insulares. De esa icónica cinta en el campo de la cinematografía cubana (y ya universal), hablará en este contexto el también miembro distinguido de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
¿Qué significa para usted, como cineasta, haber dirigido la película Esteban, su opera prima en el campo de la realización audiovisual?
Una sorpresa tras otra: lo primero, el estreno en el cine Chaplin, algo para lo que no estaba preparado, las reacciones del público, las risas, los comentarios, los sollozos, y luego, recibir la energía positiva del público, fue —sin duda— una de las experiencias más hermosas que he experimentado en toda mi vida.
Nunca he superado el estado de tensión y nerviosismo que genera presentar esa película ante cualquier audiencia, y otra prueba de fuego fue la de Trinidad y Tobago, pues era la primera vez que se presentaba Esteban a un público de habla inglesa y el temor de que los códigos estético-artísticos y lingüísticos que uno cree dominar al dedillo con el público local están a prueba siempre cuando son extrapolados a otros idiomas; es un examen demasiado fuerte. Hay mensajes universales que se leen cuando ves el sacrificio de una madre por su hijo, lo difícil que es perdonar, perseguir un sueño, pero siempre cada público hace sus propias lecturas de lo que uno le presenta.
¿Cuál fue la motivación fundamental que lo llevó a convertir el guión de Amílcar Salatti en una joya cinematográfica de la talla excepcional de Esteban?
En realidad creo que mi ingenuidad fue determinante. No tenía idea de lo que enfrentaría. Me proponen hacer una película y mi imaginación se dispara y comienzo a ver una película en una pantalla grande con mucho público, pero jamás imaginarme el proceso real para llegar allí y mucho menos las complicaciones para encontrar financiamiento. Creo que de haber tenido plena conciencia de esos grandes obstáculos no me hubiera decidido tan fácilmente, además de convencer a tantos colegas para que me acompañaran en esa empresa. Maritza Ceballo, quien se aventuró, por ejemplo, como productora de ese evento, sin tener tampoco la más mínima idea de cómo iba a enfrentar esa «prueba de fuego».
¿Acaso Esteban, el protagonista de ese largometraje, y su director, tienen algo en común o algún punto de tangencia?
Esteban es un soñador, un niño que descubre su camino, y decide seguirlo sin medir las consecuencias. Pienso que cuando uno no sabe la magnitud de los retos a los que se va a enfrentar, pero está firmemente decidido, tiene el favor de los astros y el universo. En el imaginario popular hay una frase que resume un poco lo que acabo de decir: «no sabía que era imposible, por eso lo hizo».
Soy de las personas que no abandonan un sueño, los obstáculos están ahí para ser eliminados, y una vez concretado un sueño, trazarnos nuevas metas y seguimos hacia delante. Siento que mi generación está un poco apartada de los sueños y creo que es un muy buen momento para recuperar esa capacidad y creer en el futuro.
La inspiración la encuentro en el hecho de que conocer nuestros límites solo sirve para empujarlos y diseñar nuevos objetivos, por muy ambiciosos e imposibles que nos parezcan. «Estamos hechos de la misma materia de los sueños», decía el genial escritor y dramaturgo William Shakespeare. Decidí convertirme en cineasta, procedente de una familia pobre, y como único recurso para lograrlo, contaba con la capacidad de soñar y la persistencia.
A usted le agrada, sin duda alguna, trabajar con niños. ¿Podría explicar el porqué de esa predilección?
Siempre tuve claro que quería estrenar un actor para el personaje de Esteban, un niño desconocido en los medios. Hicimos un gran casting,y vimos cerca de 800 niños. Él me gustó desde el principio por su fuerte personalidad, madurez y carácter, además del físico.
Reinaldo [ese es el nombre de Esteban] trabajó en un ambiente de juego. El equipo de rodaje fue pequeño, y en su mayoría gente joven, por lo que el entorno era muy favorable para crearle su espacio a Rey, quien —no obstante las largas jornadas de entrenamientos: música, actuación, ensayos, trabajo durante la madrugada— se mostraba muy cómodo, como si todos a su alrededor fuéramos de su edad.
La mayoría nos comportábamos así, de manera natural, como niños grandes que jugaban a hacer cine. Nuestro principal objetivo era disfrutar lo que hacíamos, y ello contribuyó mucho y en muy buena medida.
Conversar siempre con él, dejarle espacio para que improvisara lo hacía más natural. Reinaldito tenía un guión, pero no se aprendía los diálogos de memoria; conocía lo que sucedía en cada escena y lo que emocionalmente queríamos decir en cada una; alguna palabra imprescindible que acordábamos y luego lo dejaba libre. Aquí los primerísimos actores Manuel Porto (1945-2021) y Yuliet Cruz desempeñaron un papel fundamental. El apoyo que esos ases de las artes escénicas insulares le brindaron al chico fue determinante, especialmente el de Yuliet. Ellos tuvieron una relación interesante y de la que pudimos obtener satisfactorios resultados […].
Paciencia, mucha paciencia, tienen que tener los niños con nosotros, porque todos ellos son «mágicos» y «maravillosos», y nosotros, ponemos luces, cámaras, micrófonos, maquillaje, los hacemos repetir una y mil veces y ellos ahí, valientes y dispuestos, a seguir siempre con una sonrisa, aunque estén muertos de sueño y de cansancio.
¿En qué principios de la psicología infanto-juvenil se apoyó usted para diseñar el personaje de Esteban?
Muy buena pregunta: Esteban es un personaje que no acepta las cosas como aparentemente son o deben ser. Tiene claro sus objetivos, y por ende, sabe que su entorno debe transformarse: cambia la vida del profesor, su madre pasa de oponerse a ser su apoyo incondicional.
A fuerza de persistencia, tenacidad, la constante lucha por alcanzar nuestras metas genera irremediablemente cambios en nuestro entorno. El inmovilismo, dejarse llevar por la marea, la espera eterna por los cambios que nunca llegan, no forman parte de su carácter y ciertamente no deberían ser parte de ninguno de nosotros.
La única pretensión que, desde el inicio, tuve con Esteban fue que se comunicara, que dialogara con el público, conseguir eso era mi objetivo principal. Creo que muchos niños se sienten identificados con Esteban y no solo en Cuba. Ya hemos podido comprobarlo en otras partes del orbe, por ejemplo, el jurado del Festival Junior de Estocolmo, compuesto por niños y adolescentes entre 11 y 16 años, nos premió con el Caballo de Bronce a mejor película. El público en Huelva, España, y en Chicago, Estados Unidos, también nos ha premiado. Eso es muy reconfortante, porque la comunicación efectiva de la historia y sus personajes con la audiencia, se logró al ciento por ciento.
Que las madres y padres se acerquen emocionados a nosotros al finalizar las proyecciones, sin ocultar que han estado llorando, para agradecernos por haber hecho una película como esa, lo cual no tiene —ni tendrá— precio en metálico.
¿Algo que desee añadir para que no se le quede nada en el tintero?
Mil veces más, haría una película donde todos fueran niños, un mundo de niños, sin adultos. Me encantaría hacer una película como La guerra de los botones, Los coristas o ET, estaría como «pez en el agua». Muchos niños a los 10 años son más maduros que yo… ¡ja, ja, ja! Seguiré jugando a hacer cine mientras mi ingenuidad me lo permita, ya que jamás he renunciado a mi yo niño.
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