En estos tiempos que baten, donde una vez más, agentes de la ignominia pretenden abrirse caminos en una tierra forjada a fuerza de sacrificios y mucha sangre a través de los siglos, viajar a nuestras esencias se torna prioritario no por imposiciones y si por convicciones.
Se trata de aquilatar en el contexto actual, matizado por una pandemia que casi cumple el año en el territorio nacional, todo lo que implica haber llegado hasta aquí como nación, la lucha por sostener en ese concepto principios de soberanía e independencia, no obstante a las adversidades.
Es precisamente en este punto donde leer a Martí sin superficialidades y no descontextualizando sus ideas cuando emerge la indeclinable reafirmación de que existe una continuidad de los rasgos identitarios de los cubanos, defensores de su nacionalidad independientemente de las corrientes que circunstancialmente figuren en el ambiente.
De hecho, en la historia se plasman varias tendencias de la opinión pública de la época con respecto al domino de España sobre la isla: el independentismo, reformismo, abolicionismo y anexionismo. La opción anexionista configuraba la posibilidad de que Cuba, estaba llamada por su destino a ser una estrella más de la constelación del Norte.
Para el Doctor Eusebio Leal…”De haber triunfado aquella opción, nos hubiéramos quedado sin bandera, sin escudo, sin tradiciones…y hasta habría que preguntarse si la conciencia actual de nuestro ser y de nuestra cultura hubiera sido otra de no haber pasado necesariamente por la decepción de la política exterior de los Estados Unidos ante las legítimas aspiraciones de los cubanos.”
Por otro lado, una mirada a la prédica martiana en torno a estas cuestiones refiere cómo supo el apóstol entrever que la independencia de Cuba debía lograrse mediante la guerra necesaria, visualizando a su vez, que la isla debía ser tan libre de España como del gran vecino poderoso, mostrando ya más preocupación por la segunda variante a tal punto que en carta dirigida a su amigo mexicano Manuel Mercado, le dice:
“…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber-puesto que lo entiendo y tengo ánimos con qué realizarlo-de impedir a tiempo que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América…”
Entonces, paladines de un mercenarismo probado, nuevamente intentan revertir el curso de las conquistas esta vez enfilando la falacia hacia la esfera cultural obviando nuestra realidad basada en un sólido sentimiento patrio.
Es cuestión de conciencia y corazón la defensa de la Patria,… pero la patria es moral y, como tal, abarca a los cubanos que están aquí o en cualquier lugar del mundo, y que sientan esa filiación y los deberes que ser cubano conlleva. También, si algo es real, es la pretensión documentada donde se registra que para los Estados Unidos, Cuba nunca debía ser una nación libre y soberana, y aspiren a poseerla de diferentes formas, por eso siempre están latentes las amenazas y que utilicen disimiles variantes y personas para lograr ese objetivo Veamos entonces a la música como una vía más, esgrimida en los tiempos que corren.
Mientras, ante estériles maniobras para socavar a la Revolución, los cubanos continúan imbuidos en tareas para lograr la sostenibilidad de la nación sustentándose en la unidad en torno al gobierno y las políticas trazadas aferrándonos al orgullo patrio, el mismo que preconizara con vehemencia en su libro Patria Amada, el destacado intelectual Eusebio Leal, grande por su elocuencia y la inconfundible lealtad a su país.
“Ni en las armas ni en la apología estará-en última instancia- la defensa de la nación cubana, sino que será nuestra cultura la que resistirá ese debate futuro, sin dudas, el más fuerte, cuando para las futuras generaciones vayan quedando atrás, como cosa remota, las grandes glorias que esta generación y las que la antecedieron realizaron: los heroísmos, los sacrificios, las tristezas, los infortunios…”
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