Otto Dariel González: narrar y actuar son mis grandes pasiones

Dialogar «en vivo y directo» con el primerísimo actor, locutor y narrador, Otto Dariel González, figura esencial del elenco dramático de Radio Progreso, la Onda de la Alegría, en el contexto del aniversario 100 de la radio insular, constituye un placer inefable para quienes cultivamos el martiano ejercicio del criterio y el periodismo cultural, ya que, además de ser compañeros de trabajo, nos une una estrecha relación afectivo-espiritual que se ha ido consolidando con el discurrir del tiempo.

Otto Dariel es miembro de la Asociación de Artes Escénicas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y además, ha incursionado en los más disímiles medios de comunicación: teatro, radio, televisión, cine. Por su impecable trayectoria artístico-profesional, ha recibido varios premios y reconocimientos.

Pero, dejemos que sea el ilustre profesional de los medios quien nos relate cómo descubrió que la «actuación es un mundo mágico […] que deslumbra y reta», para decirlo con sus propias palabras.

¿Cuáles fueron las motivaciones fundamentales que orientaron su vocación hacia las artes escénicas en general, y la actuación en particular?

Cuando pequeño todavía no conocía de motivaciones, pero algo me inclinaba a participar en la escuela en actividades artístico-culturales: canto, baile, actuación, lo cual mucho me satisfacía hacerlo. Creo que también influyó la admiración que sentía por los actores que veía en la pequeña pantalla o escuchaba en la radio.

Desde hace mucho tiempo, comencé como locutor […] hasta que encontré una especialidad de la locución que me fascinó desde el primer momento: la narración dramatizada; y fue entonces que, simultáneamente, comencé a narrar y actuar, mis dos grandes pasiones; diferentes, pero con un mismo hilo conductor: sentimiento e interpretación.

Usted ha ejercido como actor, con el carisma que lo caracteriza, en disímiles medios; por ende, ¿en cuál de ellos prefiere desenvolverse y por qué?

Creo que —entre nosotros, los actores— hay un consenso mayoritario de considerar la radio como el medio más difícil, dada su inmediatez en el proceso de construcción psicológica del personaje que vas a interpretar en dicho contexto. En otros medios, se dispone de más tiempo para estudiarlo, diseccionarlo, memorizarlo, con la ayuda indispensable del vestuario, las luces, el ambiente, etc.

La radio se basa, fundamentalmente, en la imaginación instantánea de la acción y en el equilibrio entre leer y decir.

Por otra parte, es muy dinámica y discurre casi sin tiempo para variar las características de uno a otro personaje (en ocasiones, hay que prestarles voz y alma a cuatro —o más— el mismo día).

Tal vez hago esa consideración, porque es el medio donde más trabajo, aunque solo he expuesto aquí mi humilde opinión al respecto. Además, en la actuación —sea donde sea— no hay nada fácil, ni personaje pequeño por insignificante que parezca.

Estimo que no hay actores de uno u otro medio, sino, simplemente, actores, que es una palabra tan grande, que el amor que implica elimina cualquier diferencia existente entre los diferentes medios [estoy ciento por ciento de acuerdo con ese criterio expresado por mi interlocutor: el buen actor demuestra que lo es en cualquier escenario].

¿Qué les ha aportado a los personajes que ha interpretado a través de su fecunda trayectoria artístico-profesional, y en qué medida esos personajes lo han enriquecido desde los puntos de vista artístico, humano y espiritual?

La dramatización deviene un proceso en ambos sentidos. El actor y el personaje se enriquecen mutuamente. El actor aporta imaginación, creatividad, pasión y responsabilidad. El personaje ofrece su «personalidad», forma de pensar y actuar, el ambiente donde se desarrolla, la manera sui generis de decir. No importa si el personaje es bueno o malo, agradable o desagradable. Es el actor quien tiene que entregarse en cuerpo, mente y espíritu (como le agrada decir a usted), con la misma dedicación, aunque hay personajes que uno evoca con orgullo y otros no tanto.

La actuación tiene cosas maravillosas; entre ellas, haber transitado por todos los estados de ánimo, emociones y sentimientos humanos: desde la risa hasta el llanto, entre otros estados subjetivos que configuran el mundo interior del artista.

La satisfacción de multiplicar la vida, no solo la de uno, sino también la de muchas personas. Pero, sobre todo, me ha ayudado a reafirmar que todos los seres humanos, sienten y padecen en todas las épocas y en todos los lugares, así como a comprender y tolerar a los demás con sus virtudes, defectos, debilidades, inconsistencias y necesidades, y sobre todo, que mi opinión no es la única válida.

Usted ha desempeñado, en los espacios dramatizados de Radio Progreso, el papel de agente de la autoridad y de delincuente ¿en cuál se siente más cómodo, precisamente por el mayor aporte que puede hacerle al personaje como actor y ser humano?

En esto hay diferentes criterios. En mi caso, prefiero los personajes negativos. Cuando se escribe sobre ellos, se muestran más vivencias, y como están fuera por completo de mi mundo, me resultan más interesantes. Desde el punto de vista actoral, el reto es mucho mayor: interpretar a un personaje tan distante de tu yo, el auténtico, el verdadero. Si se logra es un gusto [y mi entrevistado lo consigue con la mayor naturalidad y espontaneidad que los lectores puedan imaginar].

Por otro lado, el personaje con autoridad —muy a menudo— tiene que ajustarse o adaptarse a un estereotipo que de «tan bueno» resulta falso, poco creíble, sin emociones externas, sin contradicciones [intrapsíquicas], sin temores, sin dudas. Con pocas palabras, alguien que no conozco, y por consiguiente, en extremo difícil de interpretar.

Según su apreciación personal, ¿cuáles son los mayores defectos que presentan los dramatizados radiales y televisivos que se transmiten por las ondas hertzianas y la pantalla chica?

En primer lugar, es la historia y la forma en que está narrada. Una y otra deben respetar —por lo menos con un mínimo de dignidad— las características y los códigos del medio. Juntamente con ello, el otro eslabón: la dirección actoral. Si ella falta o es deficitaria, queda a la interpretación del actor, que no siempre es la más correcta.

En la radio, por ejemplo, la mayor dificultad se encuentra en los escritores, es decir, en la forma en que se cuenta la historia o la historia en sí misma. En la televisión, todo parece indicar que falta la dirección actoral y la selección de actores. La mayoría de las veces las historias narradas no resultan atractivas para el televidente. No siempre está presente el diálogo y el enfoque de los problemas, que se resuelven atacando y defendiéndose con el uso de la violencia física (peleas) o verbal (gritos y palabras mal sonantes).

Creo que si socialmente somos así, entonces habría que realizar un análisis de la personalidad básica [concepto antropogénico] de la [población cubana], para tratar de no ser así.

De las muchas anécdotas, vivencias y experiencias acumuladas durante su exitosa carrera en el campo de la actuación, ¿podría relatar alguna que le haya dejado una impronta en la mente y en el alma?

De eso, hay mucho de qué hablar […], pero solo voy a evocar una por lo profundo que caló en mí: asumir la responsabilidad de interpretar al personaje del generalísimo Máximo Gómez (1836-1905) en una serie televisiva sobre su vida. Encontrar tanto valor, inteligencia [global y emocional], sacrificios y voluntad seduce, pero también exige respeto a tan excelsa figura de nuestra historia patria, así como el máximo de entrega para que quede lo más decorosamente posible. Si lo conseguí o no, es algo que no me atañe a mí decirlo, sino a quienes vieron dicha teleserie.

¿Algo que desee añadir para que no se le quede nada en el tintero?

No creo —nada más lejos de la realidad ni de mi verdadera intención— que yo sea perfecto para juzgar a los demás, ni tampoco estar en el «Olimpo» para dictar reglas de conducta. Solo me remitiré a mi experiencia personal, a observaciones realizadas en mi limitado entorno.

Parto de la opinión de que el artista existe, porque existe el público, es decir, esas personas que nos dedican lo más importante en la vida: su tiempo, y que el respeto a ellas y a nosotros mismos constituye el elemento fundamental en que descansa nuestro trabajo. Hay una base, que no es retórica: estudiar, prepararse, no solo circunscribirse a saber historia, literatura, métodos de actuación, etc., sino tener muy en cuenta la frase martiana: «Cultura se escribe con c de Ciencia». No olvidar jamás que esta es una profesión que se aprende con la dedicación al trabajo diario; que se aprende observando, tanto lo bueno, como lo malo (para no repetirlo), porque quien persevera, triunfa.

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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