Réplica no tan lírica

Hay miserias humanas muy difíciles de sanar. Pero ante ellas es duro permanecer impávidos. Me decía un viejo y docto amigo que era preferible no leer siquiera los ataques rastreros e infundados de quienes nunca se atrevieron a enfrentarse a un creador con argumentos consistentes, y prefieren denigrarlos una vez muertos. Es como si le tuvieran miedo a la espada culta, capaz de lacerar, con generosa y fina elegancia, las intimidades viciadas del agresor.

Me parece que esta persona, capaz de despotricar ladina, injustificadamente, contra el recién fallecido Roberto Fernández Retamar, le hace un enclenque mérito a su propia biografía personal.

Debería ser capaz primero, de esculpir una obra como la que mereció y disfruta de respeto y reconocimiento internacional desde hace mucho. Esperar a que le inviten, virtud mediante y no por mercenarismo transitorio, a dar lecciones de literatura en universidades norteamericanas, como lo hizo Retamar en los años cincuenta, etapa fecunda de su trayectoria intelectual, cuando muy joven aún y reconociendo lo oportuno de dotarse con armas académicas, para no fiarse solo al talento natural, hizo postgrados en Francia e Inglaterra, pese a ser ya doctor en Filosofía y Letras.

Debería el detractor hacer el intento por promover un estilo que sentó época, eso hizo Retamar, al apartarse de las mal afamadas y obsoletas torres de marfil, y sienta cátedra en lo coloquial, fuere con temas épicos o en el más genuino lirismo.

¿Por qué le molesta tanto al personaje que tardo en nombrar —por simple repugnancia– que el destacadísimo poeta haya asumido un compromiso ideológico, patriótico, fundacional, bien definido y le fuera fiel hasta sus últimos días?

Debería —insisto en formularlo– antes de emprender críticas insolventes, sentarse a escribir un ensayo como Calibán, incorporado en los programas de enseñanza superior en distintos países. ¿Le molestará al fatuo detractor un análisis tan sólido y libertario de nuestros orígenes?

Hay quienes padecen transculturación, no por vivir en otro sitio, sino debido a que transfieren su alma al bolsillo o a los peores rencores, ¿o envidias? Pudiera ser el caso del calumniador. Pero eso poco importa. No es nuevo en ningún tiempo y ámbito.

Quien afirmó que, en el ejercicio de la escritura “se trata de comprender y no enjuiciar”, traiciona sus declarados preceptos con ese texto injurioso para quienes gozan de seriedad y decencia. Me parece que, Carlos Manuel Álvarez, con sus ataques a Retamar, desertó de sí mismo y de la oportunidad de callarse. Como dijo Sócrates, si careces de algo inteligente y recto que decir, es preferible hacer silencio.

Publicado Por: Elsa Claro

Periodista, poeta, narradora de altos quilates, que ejerce el ejercicio del comentario de manera cotidiana y de una excelencia de referencia. Su obra poética ha sido reconocida por el poeta nacional Nicolás Guillén desde sus primeros títulos líricos. Actualmente, este Premio Nacional de Periodismo José Martí transmite sus trabajos periodísticos en el espacio En Vivo Directo. Correo: elsa.claro@icrt.cu

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