Vigésima temporada de Acosta Danza

La emblemática compañía Acosta Danza, que dirige el primer bailarín y coreógrafo Carlos Acosta, Premio Nacional de Danza 2011, llevó a la sala «Avellaneda» del Teatro Nacional de Cuba un espectáculo de lujo, caracterizado —fundamentalmente— por sus valores estético-artísticos, así como por el mensaje ético-humanista que les transmite a los fieles seguidores de dicha agrupación, que —en fecha relativamente reciente— cumplió ocho años de fundada en la «Ciudad Maravilla».

El programa artístico incluye la reposición de obras diseñadas por coreógrafos cubanos y foráneos: Mundo interpretado, del artista brasileño Juliano Nunes, con partitura original del maestro José («Pepe») Gavilondo, y diseños de la artista del lente Glenda León; Soledad, del artista hispano Rafael Bonachela, con música de los maestros Astor Piazzola, Agustín Lara y canciones populares latinoamericanas, interpretadas por la vocalista Chavela Vargas; Liberto, creación del joven artista Raúl Reinoso, con música de «Pepe» Gavilondo, inspirada en obras de la literatura cubana; e Imponderable, del artista español «Goyo» Montero, obra basada en el universo lírico del poeta y trovador Silvio Rodríguez.

Para los fieles seguidores de Acosta Danza no constituye un «secreto» que los bailarines se caractericen —entre otros valores no menos relevantes— por su integralidad artístico-profesional, ya que se desenvuelven —con indiscutible calidad técnico-interpretativa— lo mismo en un ballet clásico, neoclásico o romántico, que en un ballet contemporáneo, que se mezcla con elementos de cualquier otro estilo danzario o género musical cubano o extranjero.

No existe duda alguna de que esos encantadores jóvenes están tocados por el «Ángel de la Jiribilla», al decir del eminente poeta, escritor y periodista, José Lezama Lima (1910-1976), ya que bailan al compás del amor a la danza y se entregan a ella en cuerpo, mente y alma.

Por otra parte, le aportan a su estilo inconfundible de danzar (muy de ellos; de eso no hay la más mínima duda) la dosis exacta de cubanía —genuina expresión del «ajiaco» multi-étnico-cultural que, según don Fernando Ortiz (1881-1969), nutre la personalidad básica de la población insular— de «sensualidad tropical», de proyección escénica, y de seguridad yoica, que los identifica en cualquier escenario del orbe. 

Con una poética y una estética muy propios de la compañía, los bailarines les imprimen un «sabor especialísimo» a las obras llevadas a las tablas del sexagenario coliseo capitalino, ya que dominan la técnica académica y la interpretación teatral´; recursos en los cuales se sustentan los cimientos esenciales del arte danzario en general, y de la danza contemporánea en particular. Por ende, flexibilizan —con elegancia y precisión dignas del más cálido elogio— el esquema corporal, en estrecha correspondencia con los requerimientos coreográfico-dramatúrgicos que esas obras les exigen a los danzantes, quienes se distinguen —entre otras cosas— no solo por la sólida formación artístico-profesional que reciben en el seno de la agrupación, así como por los valores éticos, estéticos, humanos y espirituales que han descubierto en el maestro Carlos Acosta, su paradigma, en las clases, en la barra, en los ensayos y en el proscenio, así como fuera de esos contextos.

La gran fuerza expresiva, limpieza de movimientos e impactantes giros que particularizan a los miembros de la agrupación Acosta Danza suscitaron cerradas ovaciones por parte del auditorio y de los colegas de la prensa que cubrieron esas funciones estelares.

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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