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A través de los siglos transcurridos, la literatura ha sufrido transformaciones profundas, no solo en su contenido, sino en la forma de hacerla y presentarla al lector.
Un simple recorrido por las etapas de su desarrollo nos pone ante disyuntivas impensables. Antaño la escritura tenía a la piedra como soporte, luego fue el papiro, más tarde el papel y ya hoy se habla con mucha fuerza del libro digital.
No hay nada tan sabroso para la mente que disfrutar de un libro salido de la imprenta, con su olor característico, poderlo ojear y sentir el placer de su lectura.
La literatura universal no se aprecia igual en un soporte digital, como en una bien editada obra en papel y con un diseño agradable, que trasmite conocimientos, así como la sabiduría de quien cuenta una historia, basada en experiencias vividas en su entorno.
Hoy por hoy los libros en papel son de extraordinaria importancia, por lo que en sí ellos significan para la sociedad.
Antes de 1990 en Cuba no había Internet. En poco más de 30 años la tecnología digital ha inundado los más diversos espacios, y lo mismo niños, jóvenes que adultos manejan con determinada habilidad los programas en computadoras y las APP en teléfonos móvil (celular).
Aún así, los libros hoy cautivan. Visitar la Feria del Libro y ver a tu alcance literatura infantil, para jóvenes y de adultos, es como subir a las nubes y poder tocar las estrellas, la Luna o el mismísimo Sol.
Si se acaban los libros en papel y solo van a existir de forma digital, la vida de los lectores será monótona, al sentarte frente a una computadora a leer o encender un celular para tratar de revisar algunas páginas.
¿Qué será entonces del disfrute de participar en las Ferias del Libro? Pues ese hechizo se esfumará. No concibo la vida sin el placer de leer un buen libro impreso en papel. No hay nada como eso. Y basta.
La era digital invade nuestros espacios, y ya casi es un hecho. Muchos prefieren los avances tecnológicos. ¿Y qué pasará en el siglo XXII con la impresión de libros? Eso nadie lo sabe, es impredecible.
Pero yo sigo a la antigua, prefiero los libros en papel, aunque no desecho la tecnología.
